3/2/15

Detalles y reprobación democrática

Ayer leí en El Huffington Post que el ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, volaba a diversos países de Europa para entrevistarse con sus respectivos gobiernos, pero que viaja en clase turista. Seguro que el gobierno griego tiene dinero suficiente como para pagar billetes de avión a su ministro en una clase de lujo y que el ahorro no servirá para nada absolutamente, pero también estoy seguro de que los griegos agradecerán ese detalle de solidaridad. Sin embargo, aquí en España muchos han olvidado el valor de los detalles. Los detalles son importantes en la vida y también, por supuesto, en política. Los detalles son importantes porque a los seres humanos no nos sirve simplemente con conseguir lo que deseamos, sino que también nos preocupa y mucho el cómo lo hemos conseguido. Aquello de "el fin justifica los medios" ya no nos convence, aunque sí hubiera convencido en el pasado a Maquiavelo o en la actualidad a un capo de la mafia. Pero vivimos en una sociedad democrática y ni Maquiavelo ni la mafia nos sirven de referencia. En una democracia los medios son importantes, los detalles tienden a decidirnos sobre la bondad de las cosas. La esposa del César no solo tiene que ser honrada, sino que además debe parecerlo. Lo digo porque hay muchos gestos, muchas pequeñas acciones que, aunque estén perfectamente dentro de la legalidad y son éticamente irreprochables, contienen detalles que nos hacen arrugar la nariz y sospechar el engaño.

¿Alguien recuerda aquella famosa fotografía de Durán i Lleida desayunando en el Palace publicada por El País? Un político, con su sueldo de político y sus dietas de político, desayunando en una suite de uno de los hoteles más caros de Madrid. Recuerdo además que en el artículo se narraba cómo el señor Durán se ponía una corbata regalada por Esther Koplowitz. Feo, muy feo. Un representante político instalado en una suite de Palace, sufragada con un sueldo que todos hemos pagado con nuestros impuestos y vistiendo con regalos que, al menos a mí, me despiertan sospechas. Irreprochable desde el punto de vista legal, no lo dudo, y seguramente aceptable desde el punto de vista ético, pero del todo deleznable desde el punto de vista estético. Porque la estética democrática exige que la ostentación y el lujo no puedan ser exhibidas sin rubor ante los gobernados, sobre todo cuando esos gobernados son seres humanos que pueden estar viviendo un calvario -incluso como consecuencia de su incompetencia o de su indolencia.

Me acuerdo ahora de cuando Ana Botella, alcaldesa de Madrid por la gracia de Dios -o de Gallardón-, después de las tragedias del Madrid Arena se nos fue como si tal cosa a un spa en Portugal acompañada del santo varón de su marido, un tal Aznar. ¿Tenía algo que hacer Ana Botella en Madrid? No, seguramente no. ¿Hubiera cambiado en algo la tragedia? Evidentemente no. Pero la señora Botella no podía pretender que los padres de aquellas muchachas encontraran consuelo alguno en una alcaldesa que se marcha a un viaje de placer mientras la ciudad llora la desgracia. Ana Botella, la misma que utilizaba el coche oficial para ir a la peluquería mientras los madrileños sufrían las consecuencias de una política municipal nefasta. Nadie la puede acusar ante un juez por falta de sensibilidad o por nulidad empática, cierto, pero sí merece alguna muestra de reprobación y de rechazo por nuestra parte. Porque un rico, por ejemplo, tiene todo el derecho a comerse un faisán, incluso a comérselo ante las puertas de una casa de caridad, si su insensibilidad se lo permite, pero nadie podrá convencerme de que un servidor público pueda permitirse esa ostentación obscena.

Catalunya es pionera, queramos admitirlo o no, en la política de recortes. Los gobiernos del President Mas son los que comenzaron decididamente estas medidas y son los que más han ahondado en la senda. No voy a discutir la bondad o ineficacia de la medida, como tampoco si esto es culpa de Madrid o de la gestión hecha desde Catalunya, pero sí merece mención en este artículo cómo esa política de recortar a los ciudadanos no ha ido acompañada de los gestos adecuados. Es algo más que reprobable que el President Mas sea el gobernante mejor pagado del estado, que cobre cinco veces más que el sueldo medio de los catalanes, que sus consellers sean también los mejor pagados y que los altos cargos catalanes tengan sueldos muy por encima del resto del estado. Es muy reprobable porque, ¿qué recortes han sufrido estos señores? Alguno, cierto, pero, ¿alguno comparable con los recortes del PIRMI -renta mínima de inserción- que decretaron de un plumazo? ¿Alguno comparable con los recortes de los funcionarios que cobran menos de 1.000 euros al mes? ¿Alguno comparable con los recortes en las ayudas sociales que han abanderado? No podemos admitir que nos digan que Catalunya está siendo robada y que los ciudadanos estamos sufriendo las consecuencias de ese expolio, mientras nuestros gobernantes son los mejor pagados del estado. ¿Quizás el expolio no va con ellos? Los detalles, señor Mas, los detalles son importantes.

Los parlamentarios españoles viajan por todo el estado gratis y gracias a nuestros impuestos. Esto lo sabemos por el señor Monago que tuvo a bien demostrarnos que es posible viajar a Canarias sin motivos, más de una docena de veces, y todo a cargo de nuestros bolsillos. Sabemos que el Parlamento español paga dietas por desplazamiento a parlamentarios que poseen piso en Madrid, incluso hay algún ministro con varios pisos en Madrid que cobra estas dietas por desplazamiento. También es público que todos ellos cobrarán una pensión vitalicia después de dos legislaturas como parlamentarios. Y a la vez que sabemos todo esto, sufrimos en nuestras propias carnes los más de cinco millones de parados, que uno de cada cuatro niños viva bajo el umbral de pobreza, que nos suban la edad de jubilación, que más de la mitad de nuestros jóvenes no tengan trabajo ni esperanza, que haya millones de españoles que no pueden encender la calefacción, que haya familias desahuciadas cada día,... Seguro que recortando los sueldos y complementos de los parlamentarios no arreglaríamos nada, los problemas seguirían siendo los mismos, pero es una cuestión de detalles y de vergüenza. De vergüenza porque hay que tener muy poca para poder ir con la cabeza alta mientras se engorda el bolsillo a costa de la miseria de los ciudadanos a los que representan. Yanis Varoufakis tampoco solucionará nada viajando en clase turista, pero él sí podrá bajar del avión con la cabeza muy alta. No dudo de que ustedes también lo harán y de que levantarán el mentón ante nuestra irritada mirada, pero será por soberbia y por su descarada incapacidad para avergonzarse.

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